miércoles, 28 de febrero de 2007

Literatura por relevos. Capítulo 1

CAPÍTULO 1

Sin éxito lo había estado buscando durante las últimas semanas, y no fue hasta el momento en que las fibras de la soga rozaron con intimidación su cuello cuando dio con él. Con súbita precaución e indisimulada calma, con la que ocultaba el repentino pavor que aquella situación le comenzó a provocar, sujetó con las dos manos la cuerda, y manteniendo sus pies firmes sobre la silla, la retiró de su cuello. Había dado con él, con el motivo que le impedía suicidarse.

Durante el momento anterior a desplazar la silla y permitir que la gravedad siguiera su normal curso, Martín levantó el rostro con calma y abrió los ojos instintivamente. En los días anteriores, y mientras se convencía de que aquél era el mecanismo óptimo a emplear, se había preguntado en más de una ocasión por lo que percibirían sus ojos en el momento de ahorcarse, si se apagarían lentamente los colores y se difuminarían las formas hasta desaparecer por efecto de la asfixia, o si, por el contrario, la rotura de la médula afectaría a los canales de información entre el ojo y el cerebro de manera inmediata provocando un apagón instantáneo y bloqueando toda señal óptica.

En aquel momento, mientras sus pies temblaban sobre el tapizado beige de escay, no fue su deseo de conocer el efecto que el ahorcamiento provocaría en su sistema ocular lo que le llevó a abrir los ojos y fijar su vista sobre la estantería frontal, pese al mucho tiempo que había dedicado en analizar las consecuencias visuales de aquella resolución, sino que, sirviéndonos de aquellas palabras que seis meses más tarde utilizaría para explicarle a Clara lo sucedido “en aquel instante, de manera inconsciente, una orden interior me hizo alzar el rostro, abrir los ojos y proyectar la vista sobre el sitio exacto de la estantería donde había situado tu libro, tu libro de Paolo Coelho, quién me iba a decir a mí que Paolo Coelho me iba a salvar la vida. Sólo en ese instante me di cuenta que no podía morir, más bien que no debía morir, no, al menos, hasta que te hubiera devuelto “El alquimista”; y sólo en ese instante me di cuenta que no sólo era tu libro sino todo aquello que pertenecía a otras personas y que sólo podría devolverles si seguía vivo; y sólo en ese instante me di cuenta que no sólo me refería a objetos materiales, varios libros, una docena de discos, una antena de televisión, un par de camisetas, algunos euros… sino que no debía morir hasta que hubiera devuelto todo lo que había recibido de aquellos con los que había compartido algo de mi vida. Me mataría, claro, pero sólo en ese instante me di cuenta que no lo haría hasta que hubiera repuesto todo lo que me habíais regalado, hasta que mi desaparición no os causara ningún perjuicio, hasta que mi muerte pudiera pasar completamente desapercibida y os resultara indiferente”.

Levantemos la tapa del contenedor

Se abre, a víspera del que sólo pudo existir en bisiesto y que por pertenecer a año impar pasó a ser inaugural, el presente repositorio de experimentaciones literarias. En él tiene cabida la totalidad de tentativas (frustradas o consumadas), amagos, plasmaciones y creaciones que la inquietud literaria provoque en quien se precie.

Se trata de un blog libre, no sólo de acceso ilimitado, sino de uso público, por lo que quien quiera publicar sólo ha de pedir la contraseña del correo anexo al blog: contenedorliterario@gmail.com ; y, en base a la buena fe, expresar sus plasmaciones literarias, buenas o malas, simples o complejas, líricas o prosaicas… firmándolas (con pseudónimo, apodo o nombre) o menteniéndolas anónimas

Comenzaremos, para comenzar las publicaciones, plagiándonos a nosotros mismos...