Pálidos amaneceres,
víctimas de quiebros a erradas vocaciones de alegría;
indiferentes, a nuestro pesar, a fines redentores,
únicos atenuadores de pulsiones de cilicio,
supérstites, por y para ellos,
conscientes del advenimiento de eclipses frente a su definitiva falta,
ante el reconocimiento de su utópico inalcance y nuestra insaciabilidad.
Inconformistas, cómo no serlo,
cómo no estar deseando serlo,
si del desunanimismo nos nutrimos;
frente a acomodamientos y decesos fácticos,
camuflados por, simples, constantes vitales,
¿constantes? No se pone en duda,
¿vitales? Es otro cantar.
Por qué sancionan, ante la evidencia de su ilusoria conquista, los deseos.
Manuel Espinoza
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